
Motivar la curiosidad para transitar a la circularidad
Todos hemos escuchado o dicho la frase "¡La curiosidad mató al gato!" alguna vez. Es popular en nuestra sociedad y, de alguna manera, sugiere que ser curioso puede traer problemas. Y sí, es cierto cuando se trata de chismes o de invadir la privacidad de otros. Pero es un error cuando la curiosidad nos lleva a cuestionar el status quo y a buscar nuevas soluciones.
La economía circular representa un cambio de paradigma para la sociedad y sus organizaciones. Su objetivo es hacer un uso más inteligente de los recursos naturales y eliminar los desechos de los procesos productivos, integrándolos en sistemas conectados con los ecosistemas. Esto no solo podría reducir la contaminación, sino que también contribuiría a la regeneración del entorno. Sin embargo, para lograrlo, se requieren transformaciones profundas en todos los niveles y la participación activa tanto dentro como fuera de las organizaciones.
Es verdad, el reto que plantea la economía circular puede verse inalcanzable, pero lo cierto es que implica una gran oportunidad para impulsar la innovación en las empresas. Para que sea posible, es fundamental tomar conciencia de donde estamos.
Muchas organizaciones aún están atrapadas en modelos tradicionales de gestión que penalizan el error y reprimen la curiosidad, a pesar de que los directivos reconocen su importancia. De hecho, un estudio realizado en Estados Unidos a más de 3.000 empleados reveló que solo el 24% se siente regularmente curioso en su trabajo, mientras que cerca del 70% enfrenta barreras para hacer preguntas.
Si bien la curiosidad impulsa la creatividad y la innovación, en muchas organizaciones sigue siendo vista con escepticismo. ¿Por qué? Existen algunas barreras recurrentes:
- Se cree que la curiosidad no se puede gestionar, que ralentiza la toma de decisiones o que no genera resultados inmediatos.
- La presión por la productividad deja poco espacio para cuestionar procesos o explorar nuevas soluciones.
- La capacitación suele verse como un gasto innecesario y, en tiempos de crisis, es lo primero que se recorta.
Sin embargo, según un estudio de Boston College, Suffolk University e INSEAD Europe, las empresas, por su propia naturaleza —definidas por objetivos, tareas y la resolución de problemas complejos—, son un entorno ideal para la curiosidad específica. Este tipo de curiosidad se orienta a resolver problemas concretos o encontrar soluciones innovadoras a desafíos particulares.
Si las empresas tienen el potencial de ser un espacio propicio para la curiosidad, ¿cómo impulsar la innovación y avanzar hacia modelos más circulares?
El primer paso es reconocer el valor estratégico de la curiosidad y los factores que la inhiben: miedo al error, creencias limitantes, tecnologías mal gestionadas y entornos que no la fomentan. A partir de ahí, se pueden activar mecanismos para estimularla:
- Crear entornos de confianza, donde se fomente la exploración de nuevas ideas.
- Aceptar la incertidumbre como parte del proceso innovador.
- Practicar la resiliencia ante desafíos y fracasos.
- Fomentar el aprendizaje continuo y la experimentación.
- Dar la bienvenida a las preguntas como una herramienta clave para el crecimiento.
Si queremos descubrir nuevas oportunidades para las empresas, comencemos por construir una cultura organizacional que dé espacio a la curiosidad.
Después de todo, ¿la curiosidad mató al gato… o lo hizo más innovador?
Artículo creado originalmente en mayo de 2021 y actualizado en febrero de 2025